Hablo en 1ra. persona, aunque estudie en colegio privado. Porque me duele que un joven como yo tenga una mala educación y un futuro incierto por nacer en Cerro Navia y no en Las Condes.
No se trata sino del dolor ajeno desbordándose en manifestaciones y descontento. Y, ante esto, me pregunto por el rol de la política y sus dirigentes. ¿Sienten ellos el dolor ajeno?
¿Cuáles son nuestras verdaderas preocupaciones? Cuánto bien nos haría ver a nuestros políticos pelear frente a la desigualdad así como lo hacen por los llamados “temas valóricos”.
Pareciera que, más que el motivo del descontento, lo que finalmente es más importante y decidor es el descontento mismo, la molestia por el actual devenir de las cosas.
No se puede pretender que el lugar donde pasamos 8 ó 9 horas diarias no sea un espacio de dignidad y desarrollo humano; al contrario, es imperativo que sí lo sea.
Se extraña una reflexión mayor sobre la formación ética en la universidad. Surgen legítimas preguntas, como ¿qué formación recibieron los ejecutivos “profesionales” de La Polar?
El éxito debería extirparse del mundo actual. Nos hace estresados y competitivos. Si supiéramos las ventajas del fracaso dejaríamos de perseguir el tan disputado éxito.
Lo paradójico del asunto es que si bien llueven las críticas, las responsabilidades son de todos: los políticos, los técnicos, las grandes empresas y la ciudadanía en general.